Durante muchas décadas la Psicología se ha enfocado en estudiar la manera en que las personas respondemos ante las adversidades. A la fecha existen textos que narran la experiencia de algunas personas que lograron salir adelante tras haber vivido diversos eventos traumáticos y que convirtieron su situación en lecciones de aprendizaje y reflexión (por ejemplo; la estancia de algunos judíos sobrevivientes de los campos de concentración nazi o las historias de personajes sobresalientes como Helen Keller).
Por lo general, las interrogantes que surgen al conocer estas experiencias son: ¿Cómo pueden algunas personas reponerse a una situación adversa mientras que otras quedan afectadas por el resto de sus días? ¿Qué condiciones son las que favorecen que alguien se convierta en un sobreviviente emocional y que después de una crisis severa logre encausar su existencia de forma óptima?
Estas preguntas no son sencillas de responder sin embargo, hoy en día la Psicología clínica rescata a la Resiliencia como una habilidad natural del ser humano que al ser estimulada favorablemente en el transcurso de la vida; puede ser determinante en el modo de responder ante una crisis y recuperarse de ella.
El presente artículo propone algunas sugerencias para favorecer la actitud resiliente y se enfoca de manera específica en aquéllos pacientes que padecen una enfermedad crónica que les enfrentará a constantes ajustes y reorganizaciones en su vida.
Henderson (2011) describe la resiliencia como “la capacidad humana para enfrentar, sobreponerse y ser fortalecido o transformado por experiencias de adversidad”
Cuando una situación crítica se presenta en nuestras vidas el primer mecanismo que se activa en nosotros es el de afrontamiento el cual, es la capacidad para asumir en el momento una situación que puede ser destructiva. Si bien el afrontamiento nos prepara para recibir el impacto inicial, la resiliencia nos equipa para sobreponernos al evento crítico y transformar la situación en una fortaleza a futuro.
De esta forma, la resiliencia es la habilidad posterior al enfrentamiento inicial de la crisis y es por ello que requiere de un esfuerzo cognitivo y de actitud donde el paciente debe tener clara su situación y lo que desea hacer con ella.
Un criterio clave para que una persona genere cambios resilientes es que haya pasado previamente por un proceso de duelo y se encuentre en las fases finales del mismo pues quien aún esté instalado en las primeras etapas de negación o ira, difícilmente pensará en el futuro y éste seguramente no será muy alentador.
Cuando se atiende a un paciente crónico que día a día ve minimizadas sus capacidades no resulta nada sencillo motivarle para visualizar planes futuros sin embargo; existen varias competencias de vida que pueden fortalecerse en él y que sin duda influirán para que muestre una actitud más participativa hacia los tratamientos médicos y se sienta comprometido en ello. Quizás alguna persona tenga más exaltado un componente a diferencia de otro y será justo esa característica la que se evidencie durante el proceso de vivencia, reorganización y cambio de percepción respecto a la enfermedad.
Montelongo (2012) señala que los componentes personales que favorecen la actitud resiliente son:
De esta forma una persona resiliente es la que tiene claro que la solución de un problema depende de sí misma, será capaz de pedir ayuda y buscará varias opciones para enfrentar la vida no como un problema sino como un reto.
Respecto a los factores externos que rodean a la resiliencia, Dakof y Taylor (2010) exponen que son especialmente las relaciones empáticas y constructivas lo que la favorecen. Por lo general, un paciente crónico tiene su principal red de apoyo en la familia y en el personal médico que le atiende así que es importante que ambos se involucren en la lucha contra los pensamientos negativos ante la enfermedad y que brinden al paciente ambientes propicios para hablar abiertamente de lo que le sucede y que proponga acciones para mejorar su condición.
Así, las sugerencias de apoyo para favorecer la resiliencia del paciente crónico son:
Al existir entonces un ambiente creativo, sano, con retos positivos y con las redes sociales necesarias para que el paciente se siga integrando en la vida cotidiana; existirán también mayores posibilidades de que éste tenga apego a los tratamientos, hable de sus emociones e incluso perciba su enfermedad de una manera constructiva llegando a transformar la experiencia adversa en conductas resilientes.
La resiliencia es una respuesta natural hacia las adversidades y cada persona la manifiesta de distintas maneras.
La actitud resiliente beneficia en gran medida la vida de un paciente crónico no sólo porque le permite recuperarse del primer impacto que vive ante la noticia de su padecimiento sino que también le ayuda a encauzar dicha experiencia de manera productiva y le facilita la adaptación a su nueva condición de vida.
La actitud resiliente del enfermo dependerá en mucho de su personalidad, de la elaboración de su proceso de duelo y de las redes de apoyo con las que cuente a lo largo de su padecimiento.